De forma natural esperamos que el azar provoque una ordenación regular.

Comprueba cómo no es así: toca la palanca para hacer saltar bolas tantas veces como quieras.

¿Puedes distribuirlas uniformemente?

Verás como, casi siempre, hay zonas donde se acumulan bolas de color y otras grandes zonas donde no hay ninguna.

Este es un resultado del que no somos demasiado conscientes. Esperamos que siempre el azar reparta los sucesos uniformemente.

Si se produce alguna acumulación de hechos sea en el espacio sea al tiempo, buscamos inmediatamente alguna explicación.

Seguramente esta forma de funcionar de nuestro pensamiento nos ha permitido sobrevivir como especie, descubrir las leyes físicas y en general es un impulsor de los avances científicos.

Pero a la vez nos cuesta aceptar que por ejemplo la acumulación de casos de enfermedades en un barrio o la repetición resultados deportivos adversos se puedan explicar solo por la naturaleza no regular del azar.